Espíritu Santo


Desde el inicio podemos evidenciar la presencia del Espíritu Santo en la historia de la humanidad, ya desde la creación Él se presentaba sobre las aguas, era la Palabra de Dios manifestada a los hombres. Es el resultado del amor eterno, mutuo de Dios y su hijo amado.

Algo similar sucede con los pasajes evangélicos, son ellos quienes nos van presentando con más claridad la presencia de Espíritu Santo en la vida de Cristo, de su nacimiento, predicación, entendimiento, en la constitución de la Iglesia, donde abre los corazones de los apóstoles cuando ya Jesús había partido al Padre. Pues Jesús en sus discursos, les había señalado que les enviaría el Espíritu Santo, quien los va a conducir e instruir con el poder del Espíritu Santo, el maestro interior, que abrirá nuestro entendimiento para poder entender el significado de la palabra de Dios.



En la historia de la Iglesia, podemos rescatar la figura del  Espíritu Santo que es la fuerza interior de que se inserta en los corazones, en  la vida de cada uno de los hombres, conduciéndonos hacia la verdad perfecta, reconociendo la noticia de salvación dada por el Padre. Descubriendo desde el entendimiento dramático de mi vida, de mí historia, los momentos salvíficos de Dios.

El Espíritu Santo es quien ha dado inicio a la vida y obra de la Iglesia, en ella y con Él encontraremos plenitud de salvación, pues el Espíritu Santo le ha dado fortaleza, plenitud, comprensión y conocimiento de Dios en su Vida. Todos los padres conciliares concuerdan con estas verdades de fe, atribuyéndole la misma naturaleza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, un solo Dios.

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