REINO DE DIOS
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¿QUÉ O QUIÉN ES?
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CARACTERÍSTICAS
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ANÁLISIS A LAS
ANTERIORES
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Se
trata de un lenguaje simbólico y analógico para expresar verdades y
realidades divinas partiendo de la experiencia del mundo humano, en el cual
el gobierno, el dominio, el poder y la soberanía se ejercen de modo eminente
por los monarcas, por los reyes, por los rectores de los pueblos. Reino de
Dios” es una expresión típica de Jesús y de las comunidades que se formaron
en su escuela. Los criterios de historicidad nos confirman que es lenguaje
del Jesús histórico. Se da en primer lugar un testimonio múltiple.
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“El
reino se encuentra en una relación especialísima con el mesías, cuya venida a
la tierra tiene por fin principal la inauguración del señorío de Dios entre
los hombres.”[1]
Este personaje, esperado durante largos siglos por la humanidad, hará que
reinen el amor, la verdad, la justicia y la paz, preparando la consumación
del dominio soberano del Señor sobre el universo entero, acontecimiento
reservado al último día de la historia.
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La Sagrada Escritura narra y describe cómo ocurrirá la
instauración de ese reino celeste, después del revés del señorío de Dios
provocado por el pecado de la criatura.
Finalmente comprendemos que el Reino de Dios no es algo lleno de
siervos guerras, e incluso palacios, es algo más sencillo, lleno de humildad,
de pequeñez, como la semilla de mostaza, que después de ser plantada, crece y
acobija a todos bajo su sombra.
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El Reino de Dios es lo mismo que “Dios reina”. Es una realidad ya
presente (1,14) y futura (8,38), “dos fases dinámicamente relacionadas entre
sí, dentro de una misma historia de salvación”.[2] Posibilitando la
transformación del corazón y la vida filia-fraternal dentro del pueblo de
Dios, acompañado de los signos nuevos.
La
palabra se menciona 20 veces. Y viene a significar que el Dios que comienza a reinar es Padre y la
irrupción de su poder está al servicio de su revelarse como Padre. Y como padre es una realidad correlativa
-sólo puede llamarse padre quien tiene un hijo-, su acción consiste en crear
un mundo de hijos, que libremente aceptan esta nueva relación salvadora con
él.
Ahora bien,
puesto que todos los hombres son pecadores, la acción divina ha de tender en
primer lugar a perdonar los pecados y a transformar el corazón de los
hombres, para poder hacerlos hijos e, inseparablemente, hermanos, miembros
solidarios del nuevo pueblo de Dios.
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Palabras y Signos. Milagros y Curaciones
Perdón de los Pecados
Exorcismos; Las Vocaciones, Revivificación de un
muerto, signo de la Resurrección.
Jesucristo, Señor eterno, en lugar de traer el
fuego divino sobre los pecadores, se dirige a ellos, ofreciéndoles el perdón
de Dios, come con ellos Y los llama a su seguimiento (2,1-12.13-17). Este
dinamismo salvador, además de radical, es total y tiende a la transformación
y salvación de toda la persona, liberándola de la ignorancia, opresión,
dolor, muerte y de Satanás, última causa de todos los males. Como signos de esta realidad, Jesús libera
a endemoniados, cura enfermos y revivifica muertos.
“El
Reino de Dios es lo opuesto a la realidad actual y terrestre. Se trata de un
acontecimiento sobrenatural y milagroso, oferta gratuita de parte de Dios.”[3]
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Todos
estos acontecimientos y milagros revelan a
Jesús como el señor de la creación. El alcance cósmico del dinamismo
del Reino creará “Nuevos cielos y nueva tierra”. “El Reino de Dios tiende a
la salvación de toda la persona”.[4]
En cuanto al
hombre, se le pide una colaboración que esencialmente consiste en dejarse
«dominar» y transformar por Dios. Como
herencia, el Reino exige colaboración. Ésta consiste básicamente en
conversión y fe (1,15), reconocer la propia pobreza radical y entregarse a
Jesús y su obra. Por ello el discipulado
explícito es una forma histórica concreta de acoger el Reino (1,16-20). Y como éste es filiación y fraternidad
vivida
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veces se presenta este término en el Evangelio de Mateo. El Evangelista nos muestra que echar
demonios y sanar enfermos son señales que el reino de Dios ya está aquí, y
que el reino que remplaza ¡ya está en ruinas! Jesús dice “Pero si yo por el
Espíritu de
Dios
echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.
(12:28-29). Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y
saquear sus bienes, si primero no le ata?
Los
misterios del Reino pueden ser revelados a aquellos para los que está
prometido y destinado; se haya muy cerca, encima, a la mano; siendo requisito
fundamental para poseerlo y entrar en él, la conversión, la “Metanoia”
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El
evangelio del reino en labios de Jesús hace referencia indudablemente a una dimensión
futura. Jesús enseña a los suyos a orar al Padre por la venida del Reino (Mt
6,10; Lc 11,2). Esta venida del Reino equivale a la santificación del nombre
de Dios. Se le pide a Dios que sea él mismo quien santifique su nombre
precisamente trayendo su reino.
El
anuncio del Reino de Dios constituye el núcleo central e impulsor de toda la
predicación de Jesús y de los apóstoles. Es el mensaje que ha hecho que se
abran los oídos de los hombres y que se aglomeraran en torno a la persona de
Jesús. De su Reino.
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Dentro
del evangelio de Mateo Reino de Dios es la predicación constante de la
Palabra de Dios.
El
Reino es anunciado desde la primera actividad Mesiánica de Jesús.
Los
milagros con el signo de su inicial presencia en la persona de Cristo; en el discurso
de la montaña el comportamiento del verdadero discípulo es en vista al
Reino.
El
discurso de las parábolas traza las líneas esenciales para afirmarse en medio
de las dificultades.
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Lucas
emplea 46 veces este término, y lo hace desde el inicio de su libro, incluso
sensibiliza al respecto desde el evangelio de la infancia. “El ángel del Señor, en efecto, anuncia a la virgen María
que su hijo heredará el trono de David, su padre, y que reinará en la casa de
Jacob, e incluso que su reino no tendrá fin (Lc 1,32s)”[5] Es una realidad
inmanente y trascendente a la vez. La victoria de Dios es ya una realidad en
Jesús…se consuma la salvación total del hombre y de todos los hombres[6].
El
Reino de Dios se relaciona a los humildes, a los sencillos, “Dejad que los niños vengan a mí” es
decir, a todos aquellos que muestran su misma sencillez, humildad y
confianza.
Lucas
afirma que no es merecedor del Reino, el que pone mano en el arado y se
vuelve atrás. Pone de manifiesto, que debemos permanecer firmes en la fe,
porque sólo a través de muchas tribulaciones se puede entrar en el reino de
Dios.
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La sensibilización al tema del reino mesiánico desde el
evangelio de la infancia.
La causa de su crucifixión y muerte fue su realeza mesiánica, el
hecho de confesarla. (Lc 23,38).
Señal
el reino davídico.
Proclamó
la buena nueva de la libertad y de la salvación a los pobres ante las
naciones, inaugurando el reino con su Pascua.
El
fin principal de su predicación consiste en anunciar la presencia de Dios
entre su pueblo, todos los acontecimientos salvíficos.
De
este modo la misión evangélica centrada en el reino, partiendo de Galilea,
había llegado a los confines de la tierra, después de haber pasado de Judea y
de Sumaría a las regiones paganas de Asia Menor y de Grecia.
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El
ministerio de Jesús es un esfuerzo por anunciar el reino de Dios. Donde
claramente el objeto de la predicación es el Reino por Él instaurado
vinculando a todos las naciones de la de este mundo. Para Lucas representa
sencillamente "palabra". Siendo significativa la explicación de la
parábola de la semilla en la redacción este tercer evangelio, porque sólo
Lucas identifica la semilla con la palabra de Dios (Lc 8,11).
Por
tanto, el reino indica la palabra proclamada por el profeta de Nazaret, o sea
la buena nueva de la salvación, el evangelio. Más aún, este mensaje contiene
al Señor Jesús, el cual es el centro del anuncio evangélico.
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Para
ellos el Reino de Dios se determinaba en la defensa de la Iglesia, de su
doctrina. Su labor más importante en los primeros siglos, era el hecho de
controvertir y objetar las herejías que fueron surgiendo para oponerse a al
Reino de Dios. Con una apariencia de Religión cristiana y con enseñanzas no
bíblicas. Contrarias al cristianismo.
Enseñaban
cosas contrarias al Reino de Dios, de la divinidad de Cristo.
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Durante
el tiempo de los padres de oriente había muchas falacias en contra de la
divinidad de Cristo, el verdadero Reino de Dios. Todo esto llevo a una crisis
entre los creyentes, algunos terminaron profesando cosas en contra de la
Persona de Jesús, incluso rechazándole como parte del proyecto divino, y su
reinado.
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Para
los Padres de la Iglesia de Oriente el Reino de Dios es más que una realidad
espiritual intangible, para ellos es la misma Iglesia que se debe defender en
hechos y palabras, vinculándose arduamente en corregir aquellas falencias que
han querido desvirtuarla, incluso ofenderla.
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Los
padres de Occidente también defendieron cabalmente a la Iglesia Católica,
Reino de Dios, de todas aquellas
sentencias erróneas contra los principios fundantes de la Fe.
Se
presentaba un sincretismo, doctrinas y enseñanzas para no creer en el amor
gratuito de Dios. Asimismo, se decía que la salvación para la humanidad es un
merecimiento del hombre por sus buenas obras, pero San Agustín nos
concientiza que es por pura gracia.
Se
exterioriza claramente la ciudad de Dios y la ciudad terrena. Siendo la
primera el primer lugar de predestinación divina, el Reino de Dios, el gran
sábado, la paz suprema
En
el libro la ciudad de Dios se crea la ciudad espiritual propia y la terrenal.
La ciudad celestial, la comunión de los redimidos en este mundo y en el
futuro. La ciudad terrenal era de todos los hombres malos;
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Jesús
es un ser especial pero no es Dios. Sostenían que cristo tenía dos
naturalezas pero solo una voluntad.
Los
defensores del Reino de Dios, de la Iglesia, proclamaban la divinidad y el
ser de hombre esencial al su
divinidad, consustancial a nosotros por su humanidad.
Ante
las afirmaciones de las herejías que sostenían la separación entre el Padre y
el Hijo, considerado como inferior al Padre.
Al
hablar San Agustín del Reino, lo
compara con la Ciudad de Dios. En la Ciudad de Dios el hombre tiene fe,
mientras que en la ciudad terrenal el hombre no vive con fe, Dios le da
bienes para sustentar la vida., es el vehículo de la vida celestial.
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Dichas
doctrinas adversas a las verdades eternas, al Reino de Dios, trajeron
confusión para muchas personas.
Sabemos
que el hijo de Dios es el mismo Reino, es Dios mismo. Tales afirmaciones nos
exponen uno de sus grandes representantes al dibujarnos literalmente, las dos
ciudades que están en lucha constante hasta que la celestial gane. La iglesia
no es el reino de Dios, pero si la representante del mismo en este mundo. Y
el estado el representante de la ciudad terrenal. Y Dios el Rey de las dos. "Nos has creado para ti, Señor, y
nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en tí". San
Agustín.
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En
el primer concilio, según la herejía de Arrio, señala que el logos fue
creado, y por lo tanto es inferior al padre, de naturaleza humana. Con el
primer concilio de Nicea se dejó claro que Jesucristo es el hijo de Dios, que
ha existido desde siempre con el padre, que ha sido engendrado pero no
creado, siendo esencialmente igual al Padre.
El
Segundo concilio reafirmó la divinidad del Espíritu Santo, indicando que el
Espíritu Santo es verdadero Dios, como el Hijo y el Padre. Luego, “el concilio de Éfeso definió la unidad de persona en Cristo y la
maternidad divina de María. Cristo, Dios-Hombre es un solo sujeto (=Persona);
la unión hipostática es substancial, no accidental, física, no moral”.[7]
Por otro lado, el concilio de Calcedonia condenó
aquellos herejes que no se mostraban conforme en que Cristo las dos
naturalezas son perfectas.
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Entendemos que el hijo de Dios goza de la
misma substancian del Padre, siendo de tal forma verdadera Dios.
En estos concilios se concretó lo referente
a la unidad de la persona de Cristo y la maternidad de la Santísima Virgen
María, como madre de Dios “Teotokos” porque ella “parió al Verbo de Dios
Encarnado”
Cristo,
Dios-Hombre es un solo sujeto, una sola persona; según Schat la unión hipostática es substancial, no
accidental, física, no moral. “Las dos naturalezas en Cristo están unidas (personalmente), no
confundidas ni mudadas ni alterada de ninguna manera.”[8]
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Cristo,
en efecto, el hijo de Dios nuestro Señor, ha mandado al enero humano mediante
su propia pasión la plena salvación, y ha manifestado el Reino de Dios en
toda su esencia: Natural y humana.
El
cuerpo de Cristo es como aquel te4mplo donde se encuentra la divinidad, mediante
una suprema y divina unión hasta el punto de que la naturaleza divina hace
precisamente lo que pertenece a ese templo.
El
hecho de atribuir las propiedades de la carne, al Verbo, es un error. Como lo
cometieron los Herejes.
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“Para
Santo Tomas el misterio del Reino de Dios realizado por Cristo fue conocido de alguna manera por todos los
ángeles desde el principio; y sobre todo lo fue a partir del momento en que
consiguieron la bienaventuranza por la visión de la Palabra.”[9]
La
ley nueva es el Evangelio del Reino, según aquello de Mt 24, 14: Será predicado este Evangelio del Reino en
todo el mundo. Pero el reino de Dios no consiste en actos exteriores,
sino sólo en los interiores, según aquello de Lc 17,21: El Reino de Dios no consiste en comida y bebida, sino en justicia,
paz y gozo en el Espíritu Santo. Luego la nueva ley no debe mandar o
prohibir ningún acto exterior, pues la nueva ley es la ley del Espíritu, el
Espíritu del Señor.
Si
existe la realidad presente, en algún momento debió un creador dar inicio a
todo ello.
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El
Reino de Dios consiste principalmente en los actos interiores, pero también,
y como consecuencia, en todo aquello sin lo cual no pueden existir dichos
actos. Es decir, si el Reino de Dios es justicia interior, y paz, y gozo
espiritual, necesario es que todos los actos exteriores que repugnan a la
justicia, a la paz o al gozo espiritual repugnen también el Reino de Dios y,
por tanto, hayan de ser prohibidos en el evangelio del Reino. “En cambio aquellas cosas que son
indiferentes a esa justicia como comer aquella comida o esta otra, no
constituye el Reino de Dios.”[10]
Santo
Tomas centro su teología en Dios mismo, los demás temas son manifestaciones
de la Divinidad.
La
Teología debe explicar las razones y naturaleza de los dogmas.
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Se
dice que el Rey está en potencia en todo su Reino, aunque no esté físicamente
en todas partes. Se dice que alguien está por presencia en todo o que cae
bajo su mirada. Así se dice que alguien está en casa y, sin embargo,
sustancialmente no está en todas y cada una de las partes de la casa. Por sustancia
o esencia se dice de aquel que está presente en un lugar ocupado por su
totalidad física.[11]
El
orden familia, que depende de la presencia del padre como Rey supremo que
sostienes dicha familia, le da su unidad y fortaleza.
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Nos
encontramos con una realidad que perpetua en la historia del protestantismo
dos reinos, el reino de Dios que pertenece a los que están bajo la sombra de
la Iglesia Cristiana y el Reino del Mundo, donde están todos los que no se
encuentran bajo la sombra de la Iglesia Protestante, la iglesia cristiana.
Lutero
nos indica que hay que saber diferenciar cada uno de dichos reinos, siendo
los dos de gran importancia, ya que los dos se necesitan, resalta Lutero que
el Reino de Cristo es de suma importancia porque sin la ayuda y la existencia
de dicho gobierno nadie llegase a ser justificado ante los ojos de Dios.
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Las características esenciales del
cristianismo en torno a la existencia del Reino de Dios se desarrollan en
torno a la Justificación por la fe, por la libertad cristiana y de
conciencia, indicando asimismo que el sacerdocio es universal de todos los
creyentes.
Algo que Lutero recalcaba constantemente,
era todo lo relacionado a las indulgencias, que era una forma de incrementar
las riquezas del papado con el perdón de los pecados de los pobres pecadores.
Era algo que para Lutero no era admitido, ya que la comunidad de fe existe en
razón de la predica y testimonio del evangelio al servicio de todos los
necesitados, pueblo de Dios.
Para el Protestantismo “La autoridad es una sirviente de Dios. Esta por sí misma no sería
capaz de mantener un orden público. Ella es como una red en el agua: Nuestro
Señor Dios guía al malhechor hacia la autoridad, para que estos no se
escapen…”[12]
Todo
lo contrario a lo que evangelizo Jesús: Mi reino no es de esta forma cómo
piensan los hombres, es algo que está pensado desde la eternidad, y que ha
sido inserto desde la eternidad en los corazones de los hombres.
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Para el Protestantismo el reino de Dios no es la Iglesia católica,
ni todo lo que tiene que ver con la Iglesia Católica, todo lo que tiene que
ver con ella, sus jerarcas y cada uno de sus dogmas.
El sacerdote ya no es la figura relevante de la
proclamación de la palabra de Dios, ahora cada uno puede leer el mensaje y
comprenderlo por sí mismo, ya no hay sacramentos, ya no se necesita de la
Iglesia.
El Reino de Dios es ahora para todos, y no para unos
cuantos, como señalan los curas…seremos redimidos y salvos para el Reino de
Dios por nuestra fe, pues la Iglesia Papista cierra las puertas a cualquier
reforma…Formaremos una nueva Iglesia.
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El
concilio de Trento se desarrolla como la contrarreforma, la Iglesia pueblo de
Dios, ahora tiene que lidiar con nuevas herejía que han venido trayendo
dificultad para los primeros creyentes, en el Reino de Dios.
Se
recalca además, que los que quieran entrar al dicho Reino, deben estar
bautizados para la remisión de sus pecados.
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Se
caracteriza esencialmente este concilio porque nos pone de manifiesto el
papel fundamental de los sacramentos en la vida del cristiano. Manifestando,
que todo aquel que quiera entrar en el Reino de Dios debe ser renovado por el
Bautismo, recibiendo el Espíritu Santo y la remisión de sus pecados.
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Por
tanto estas enseñanzas del concilio no hacen reflexionar entorno de la Gracia
antes que se le pueda franquear la entrada en el Reino de los cielos;
sea excomulgado”.[13]
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Fue
sobre todo en el proceso de elaboración de la Constitución dogmática sobre la
Iglesia donde la temática del Reino irrumpió en la reflexión conciliar.
La
inserción de la misma estuvo presidida por la intención de dar una base más
bíblica y una comprensión más escatológica al ser y quehacer de la Iglesia. [14]
En
la versión final del esquema se contiene un número especialmente referido a
la relación Reino e Iglesia, el número. La relación correspondiente indica
que el tema del Reino está en él al servicio de una mejor comprensión de la
Iglesia en su misterio, al manifestar la índole a la vez visible y espiritual
de la misma, así como su aspecto histórico y escatológico.[15]
También
señala que el vínculo entre ambas realidades pasa por la persona y misión de
Cristo y tiene que ver con la fundación, estatuto y misión de la Iglesia.
Además
indica, al hacer referencia al[16], que es la relación
Cristo/Cabeza _ Iglesia/cuerpo suyo en la tierra, lo que constituye a esta en
germen e inicio del Reino de los cielos, hacia el que conduce en esperanza.
Indicación hermenéutica de gran importancia.
El
Reino se identifica con esta voluntad de salvación, y el pleno cumplimiento
de la misma constituirá su realización acabada como plenitud de la historia[17]. Se trata también de
una palabra sobre el hombre que indica que el cumplimiento de lo que
significa para Dios solo es posible por la auto donación personal y libre del
mismo Dios, que, por Cristo y en el Espíritu, se nos comunica como amor
salvador.
El
advenimiento del Reino se da allí donde Dios es acogido en la comunicación de
su amor. Amor que hace posible la comunión con Él y, en torno a Él, de toda
la realidad.
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El
Concilio Vaticano II mantiene firmemente el dogma católico que dice que
“fuera de la Iglesia no hay salvación”, pero no le da una interpretación
exclusivista (como si sólo los católicos pudieran salvarse), sino una
interpretación inclusivista, que se comprende mejor mediante una formulación
positiva de ese dogma (en lugar de la tradicional formulación negativa):
“donde hay salvación, allí está la Iglesia”.
Nótese
que no se dice que la Iglesia es “sacramento de salvación universal",
como si todos estuviéramos inevitablemente predestinados a la salvación, como
si nuestro destino último nos fuera impuesto por la fuerza,
independientemente de nuestra voluntad libre Pues según Timoteo, Dios quiere
que todos los hombres se salven, y no nos
salvará si libremente nos empeñamos en rechazarlo hasta el fin.
El
sacramento de los sacramentos, el sacramento que reúne en sí todos los
sacramentos de salvación.
La
comunidad divina, pueblo de Dios, es de grandeza humana, es la Esposa de
Cristo, es el sujeto social en el cual, por la gracia de Dios, ese objeto se
cumple, gradualmente en la historia y plenamente en la vida eterna.
La
Teologia del Reino es la razón más alta de su carácter oculto. Lo que se
explicita no solo en el modo trinitario de su irrupción y crecimiento en el
mundo[18], sino también y sobre
todo en su íntima vinculación con el querer salvífico de Dios que encamina el
mundo y su historia a la plena participación en la vida divina.
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Dios
está presente y opera a través de la soberanía de Cristo resucitado y
glorificado (L.G. 5,2; 36,1; 38,1). En la Iglesia y en el mundo se da una
presencia anticipada y dinámica del Reino, que refiere en todo momento a la
condición resucitada y señorial de Cristo (L.G. 3; G.S. 39,3).
Cristo
ejerce su dominio salvífico por la acción del Espíritu Santo (L.G. 48; G.S.
38); y su Soberanía es pascual: se establece como derrota de los poderes de
este mundo, y lleva a la misma creación al cumplimiento de su más original
posibilidad (L.G. 5,1; 36,1) (27).
En
la Constitución pastoral encontramos una reflexión antropológica que busca
comprender al hombre y todas las cosas desde su esencial relación a Cristo.
En
ello el mismo Reino queda señalado: se da allí donde se realiza el encuentro
hombre-Cristo, en el que se manifiesta el amor de Dios al hombre.
Definitiva
reconocer su condición de creatura relativa, en dependencia y apertura a
Dios, y salvada en Cristo. Se trata de una palabra sobre el hombre a la luz
de lo que significa para Dios, que permite descubrir su misterio profundo y
reconocer las expresiones de este misterio en el ser y hacer humanos: el
hombre es imagen de Dios, capaz de Dios, habitado por Dios y llamado a
adherirse a Él con todo su ser; en esto radica la razón más alta de su
dignidad personal y de su bondad.
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El
Mesías designado, Jesús, “a quien el cielo debe retener hasta que lleguen los
tiempos en que todo sea restaurado, como anunció Dios por boca de los santos
profetas”[19]…
Dicha afirmación según Raymond, se
comprende en el sentido de que sólo cuando Jesús vuelva, él será el Mesías.
Una fuerte tensión en la expectativa judía del Mesías deseaba que este ungido
rey davídico instaurara una monarquía con sede en Jerusalén, a donde los
gentiles vendrían para el culto. El Mesías traería entonces victoria, paz y prosperidad
a Israel sobre la tierra. Pero, en realidad, Jesús no hizo nada de eso. No
obstante, las anticipaciones judías pudieron haber permanecido intactas e
incluso ser aplicadas a Jesús si se creía que, cuando él volviera, haría todo
lo que el judaísmo esperaba del Mesías, quien viene a anunciar el Reino.[20]
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En
el relato de Lucas sobre la concepción de Jesús, el ángel Gabriel le dice
primero a María que el niño que concebirá y dará a luz será Hijo de David.
Las palabras en Lc 1,32-33, «Él será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el
Señor Dios le dará el trono de su padre David, reinará sobre la casa de Jacob
eternamente y su Reino no tendrá fin», [21]son simplemente una
reformulación del oráculo de Natán a David en 2 Sam 7,9-16, que sustenta toda
la esperanza mesiánica. Allí Dios hablaba por medio de Natán: «Te he
proporcionado gran nombre... Suscitaré detrás de ti a un hijo tuyo... y
consolidaré tu trono eternamente.
El
Reino es una propuesta de conversión.
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La
comprensión de la resurrección, como el nacimiento del Mesías, ha dejado
también su huella en la teología neotestamentaria del bautismo, donde el
cristiano es bautizado (por inmersión bajo el agua) en la muerte de Jesús y
sale del agua como nueva criatura nacida de nuevo o desde lo alto - El Reino
es cambio de vida-, como lo podemos presenciar claramente con el Apóstol
Pedro en Hechos 3,19-21. Dónde Pedro
pide que la gente se arrepienta antes de que llegue la parusía. Esto se puede
interpretar en el sentido de que sólo cuando Jesús vuelva, él será el Mesías
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Jesús
estableció el Reino de Dios en el mundo, reveló el amor insondable de su
padre mediante su pasión, muerte y resurrección en el mundo.
Prometiendo
su Espíritu Santo para establecer su Iglesia para continuar su misión de
Salvación. [22]
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Los
escritos del Nuevo Testamento son el testimonio inspirado de Dios de estas
realidades asombrosas. Una de ellas es la manifestación del Reino de Dios
entre los hombres, la presencia del hijo de Dios, que ha venido para darnos
la salvación venidera del Padre.
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Se comprende que para el autor e
significado del primado del Reino va
más allá de la significación literal de las palabras, es una realidad del
Padre encomendada en el Hijo para continuar su misión de Salvación.
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En el documento de Medellín, permea la
realidad de todos los hombres, conduciéndoles a la conversión para que de
esta forma puedan recibir, y al mismo tiempo transmitir el Reino de Dios en
su congéneres, y los más necesitados de la sociedad, compartiendo en la
solidaridad, el amor, el encuentro y la paz entre todos los hombres.
Pues como bien sabemos, toda esencia de maldad
se encuentra en la desmedida de la libertad de los hombres que no tienen en
cuenta hasta donde va dicha libertad en ellos.
La propuesta de Reino de Dios traída por
Cristo, vincula a cada uno en el mandamiento del amor, y del perdón, donde
todos debemos ir mejorando en el fiel cumplimiento del primero e ir dejando
de lado el segundo. Según los documentos de la Iglesia El Reino de Dios es
justicia Social. Es decir, ciertamente para la Iglesia, la plenitud y la
perfección de la vocación humana se lograrán con la inserción definitiva de
cada hombre en la Pascua o triunfo de Cristo, pero la esperanza de tal
realización consumada, antes de adormecer debe “avivar la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el
cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar
un vislumbro del siglo nuevo”[23]
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Las conferencias nos invitan a dejar y
sacar de nuestras vidas todos aquellos rencores, envidias, actos de egoísmos,
guerra, individualismos, odios, y todo lo que va en contra de la vida y la
presencia de Dios en nosotros.
Por otro lado, dichas conferencia condenan
rotundamente todos aquellos conflictos y desuniones que dividen a los
hombres, a sus instituciones, y a cada una de las comunidades que ellos hacen
parte, llevando a la América Latina a un deterioro mesurado de su Paz y
prosperidad. Debemos reconocer que el Reino se debe trabajar desde la tierra
para recibir los abundantes y deliciosos frutos en el Cielo, junto al Padre.
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En conclusión podemos destacar en pocas
palabras que el Reino de Dios es un Reino donde priman los principios y
valores humanos, como la igualdad, la dignidad, la fraternidad, la
solidaridad, pero sobre todo la Justicia. Una Justicia vivificante donde todos
tengamos las mismas oportunidades y cada uno tenga su porción de dicha y
seamos más sensibles en las relaciones que tenemos con los otros, y con el
Padre Celestial, constructor de Humanidad y presencia eterna entre los
pueblos de América Latina.
No confundimos progreso temporal y Reino de
Cristo; sin embargo, el primero, “en
cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran
medida al Reino de Dios”[24]
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C
O
T
I
D
I
A
N
O
N
I
Ñ
O
S
C
A
T
E
Q
U
I
S
I
S
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1
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El
Reino de Dios es un lugar
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Es
el Cielo
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Donde
vamos a ir cuando muramos
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2
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Es
un Hogar
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Es
la Paz Eterna
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Es
aquel espacio donde reside la Vida y la Muerte
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3
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Es
un estado del Alma
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Hay
Tranquilidad y está todo lo bueno
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Paraíso
reservado para los Justos
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4
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Es
un Lugar lleno de Paz
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Donde
hay tranquilidad y amor para todos
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Es
un lugar para descansar y estar lleno de felicidad.
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5
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Es
donde podemos estar en tranquilidad y amor
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Lleno
de armonía en la presencia de Dios.
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Hogar
de los Hijos de Dios, Grandioso
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6
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Es
el Paraíso prometido
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Lugar anhelado por los hombres y niños.
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Hogar
donde algún día llegaremos.
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7
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Nuestro
más preciado regalo prometido por el Padre
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La
vida Eterna que se nos da en la plenitud
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Nuestra
casa en el Cielo, la vida plena.
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8
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El
Reino de Dios es el mismo padre que nos da al Hijo.
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Señor
de Señores, Señor de la Creación
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Quien
nos manifiesta su gloria
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9
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Es
un Espacio más allá de este mundo Terrestre.
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Donde
se encuentra el amor y la Felicidad
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Un
estado donde reina el amor de Dios.
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10
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Es
la Gloria de Dios
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Es
la Restauración de todas las cosas.
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Lugar
donde hay abundancia y paz.
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11
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Es
un estado donde nos veremos cara a cara con Dios y sus ángeles celestes
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Goza
de tranquilidad, felicidad y mucha alabanza para con Dios
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Donde
podremos amarle por toda la eternidad.
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12
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Somos
todos los Bautizado que cumplimos con la Palabra de Dios en la tierra
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Una
organización que nos permite ser fieles al proyecto de salvación
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Es
la Iglesia pueblo de Dios que se conduce a la Salvación de Dios.
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13
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Es
la presencia de Dios en sus creaturas.
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Donde
la Paz y la armonía reina con Él
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Se
llena de paz y gozo el corazón
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14
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Perfección
de los hombres
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Lucha
en pro del bien
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La
justicia social
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15
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El
Amor de los Hombres para con su creador
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Somos
todos los hombres junto a Dios
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La
palabra que nos salva y vin
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[1] En Internet.
http://bibliotecacatolicadigital.org
[2] AGUIRRE MONASTERIO R. Y RODRIGUEZ
CARMONA A. (2012) Evangelios Sinópticos y
Hechos de los apóstoles. Nueva edición. Navarra España: Editorial Verbo
Divino. Pág. 191-192
[3]
SANCHEZ MIELGO G. (1997) Evangelios
Sinópticos. Santafé de Bogotá: Universidad Santo Tomas. Pág. 48.
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